El Gran Guanche: la cara B de las Islas Canarias

Recorrimos el archipiélago canario con el objetivo conocer un paisaje en constante cambio, el patrimonio cultural e histórico, los cielos estrellados y la inmensidad del océano. 

Las ganas de empezar a pedalear hicieron que justo después de aterrizar en Lanzarote, en el mismo aeropuerto, montamos las bicis y nos dirigiéramos hasta el punto donde empieza la ruta en esta isla y llegar también a Nazaret, donde Matteo Minelli tenía su base de operaciones.

Minelli, Matt, como le llaman los amigos, es el creador del Gran Guanche. Es un ingeniero italiano que llegó hace quince años a Lanzarote para practicar windsurf y allí se quedó. Se enamoró de las islas y de la bicicleta. Siempre ha querido enseñar que las Canarias ofrecen una parte tan natural y rural como desconocida y fascinante a la vez.

Relacionado — Gravel sin límite: la Traka 360

Durante el confinamiento de 2020, Matt ideó el Gran Guanche, con tres versiones de la misma ruta: la versión de carretera, la de gravel y la de trail. Todas empiezan en la isla de La Graciosa y recorren luego Lanzarote, Gran Canaria y Fuerteventura. La versión road termina en La Gomera; la de gravel, en El Hierro y la de trail, en La Palma. Nosotros optamos por una ruta sui generis: una combinación de la versión de gravel y trail que completamos con una mountain bike (en mi caso) y con una gravel (en el caso de Ricard)  equipada con ruedas de 50 mm.

Altimetrías y… horarios de ferries

Al tener que circular por un archipiélago, sea cual sea la versión escogida, se tiene que saltar de isla a isla con ferris. Es una diversión añadida, pero también, un coste y una planificación extra de estrategia, ya que si uno pierde un ferry puede quedarse condenado a 12, o incluso a 24 horas, más en una de las islas. Por lo tanto, en la chuleta para este viaje llevaríamos la altimetría, pero también los horarios de las navieras.

Esa primera mañana, disfrutamos de las olas de la playa de Famara y nos sentamos a tomar un café, hasta que llegó el temido viento de las islas Canarias. A partir de ahí, el Gran Guanche nos condujo por senderos a través  mares de lava, cerca del Timanfaya, por las salinas de Janubio... Al final, conseguimos llegar a coger el ferry que nos llevaría a Fuerteventura, la isla  más cercana al continente africano; la más árida también. 

En Fuerteventura, buena parte de la ruta bordea la costa. Tuvimos la ocasión de ver el instante precioso en que el sol apareció con toda su inmensidad delante de nosotros. El fuerte viento nos soplaba de espaldas y avanzamos como viejos marineros con el viento en popa. Era un sol perfecto, con toques de amarillo pálido debido a la arena flotante proviniente del Sáhara, la famosa calima.

Así llegamos a El Cotillo. Fue la vuelta a la realidad: compramos comida en un supermercado y, a pocos kilómetros del pueblo, acampamos cerca de la playa. En la jornada siguiente tuvimos viento de cara, de lado y, finalmente, viento a favor que nos acompañó hasta Morro Jable. Fue casi un milagro, ya que en pocos minutos salía el último ferry del día.

De Gran Canaria a Tenerife, lecciones de realidad

El primer día en Gran Canaria subimos hasta el Pico de las Nieves, de 1956 m. de altitud. Entonces no sabíamos que al día siguiente nos esperaría algo maravilloso: el Parque Natural de Tamadaba. Fabulosos bosques naturales de pino canario autóctono, vertiginosos acantilados, una costa inaccesible y una rica biodiversidad. Pero lo mejor de todo es que el parque se cruza siguiendo una pista donde está prohibida la circulación a motor.

Llegamos así a la siguiente isla: Tenerife, la isla de la playa, del sol, de la fiesta nocturna… Esa era la imagen preconcebida que teníamos de la ruta, pero el Gran Guanche nos dio otra lección: descubrimos un Tenerife donde escasea el agua y donde una pista, rodeada de bosques, nos dejó a los pies del Teide (de 3.715 m). Durante horas, seguimos senderos hasta que, bien entrada la tarde, salimos de la neblina para poder observar el majestuoso cono de esta montaña.

Ahí me vinieron los guanches en mente, los aborígenes de la isla, sus habitantes hasta la conquista castellana en 1496. Me impresionó pensar en cómo debían vivir aquella gente. Me abrigué con todo lo que tenía y aún así estaba tiritando. Con 3.300 metros positivos acumulados durante el día en nuestros cuerpos, llegamos al punto más alto. Antes de acampar queríamos descender unos metros para evitar una noche fría y húmeda. ¡Qué gran jornada y qué forma más distinta y bonita de conocer Tenerife! 

Una ermita, mejor que una gran suite

Llegamos a El Hierro ya de noche. En estas fechas, hay un solo ferry que cruza desde Tenerife a esta isla. La noche era plácida, con una brisa muy templada, sin frío, y con un manto de estrellas que se veía solo eclipsado por la luna llena. Vimos que, cerca del puerto, se encontraba la ermita de San Telmo. Los dos pensamos que seguramente sería un buen sitio donde pasar la noche, así que Ricard se avanzó unos metros para investigar. Resultó ser un lugar perfecto y decidimos hacer vivac, sin tienda, ya que la temperatura era una muy agradable y el cielo, digno de ser observado. 

Nos levantamos con las primeras luces y con un amanecer gris. Suelen decir que El Hierro atrapa y así fue. A medida que fuimos subiendo por pendientes asfaltadas —buena parte de la ruta en esta isla es asfaltada— , fui descubriendo una isla diferente y única. Por un lado, me entusiasmaba saber que, con la central hidroeólica Gorona del Viento, El Hierro es la primera isla canaria completamente autosuficiente con fuentes de energía renovables. Por otro lado, los paisajes me transportaron a la abrupta costa oeste irlandesa. Nos mojamos, pasamos frío, tuvimos que sortear un desliz de tierra… pero El Hierro me enamoró y me cautivó.

 

Finalmente, nos quedaba la isla bonita, La Palma. Nos esperaba un recorrido de casi 200 kilómetros con suficiente desnivel acumulado para no aburrirse. Pasamos la primera mañana dentro de una jungla. Circulamos a través de lianas, helechos, sonidos de pájaros tropicales, piedras cubiertas de musgo y raíces resbaladizas y disfrutamos del mar de niebla desde el emblemático Roque de los Muchachos (2.426 m). El tipo de terreno y vegetación cambiaron drásticamente, dando paso a bosques de pinos, a viñedos y a platanales. Así recorrimos La Palma hasta llegar a nuestro destino final, en la capital.

Fin de fiesta histórico

Santa Cruz de la Palma es una de las localidades más bonitas de las Islas Canarias. La vida aquí transcurre a un ritmo apaciguado. Entre calles adoquinadas, casas solariegas y balcones de madera. Una ciudad coqueta que nos puede llegar a susurrar historias de conquistadores, corsarios y aventureros de ultramar.

Relacionado — Barrancos de Gebas y Leyvas, de western por Murcia
Relacionado — Una gran vuelta del tirón

Nos regalamos un par de noches en la impresionante Casa Emblemática de Don Gabriel. Una casa del año 1649 que durante el periodo del 1930 hasta el 1987 fue del ilustre Don Gabriel Duque Acosta conocido como “el médico de los pobres”. Una persona de enorme generosidad que se resistía a cobrar a los pacientes necesitados. 

Dormir de nuevo en un colchón en esta maravillosa casa, disfrutar de la deliciosa cocina típica canaria, saborear un buen vino blanco local durante un par de días nos permitió recuperar la energía que que habíamos dejado en los senderos y en las cuestas del Gran Guanche. En total, casi 900 kilómetros con 21.000 m. de desnivel positivo acumulado.

Si el propósito de Matt era que descubriéramos en bicicleta la esencia más desconocida de las Islas Canarias, sin ninguna duda, lo ha conseguido.

Complementos para grandes aventuras

Tanto en los viajes bien planificados durante días como en los que nos guiamos por la improvisación, los pequeños detalles pueden marcar la diferencia. Disponer de un buen equipo y vestirnos con los complementos adecuados es indispensable para superar grandes diferencias de temperatura, imprevistos meteorológicos y otras circunstancias. La braga tubular para el cuello y la gorra sotocasco de BUFF ® fabricados con tejido técnico y altamente transpirable, permiten mantener la temperatura ideal del cuerpo en cualquier circunstancia. Además, son versátiles, ultraligeros y se pueden plegar en muy poco espacio, lo que los convierte en compañeros indispensables para cualquier viaje.

Tanto el tubular como la gorra están realizados con tecnología textil propia de BUFF ®, el CoolNet UV+ ® que proporciona frescor y protección solar a base de materiales reciclados, demostrando así su compromiso con la fabricación responsable y ecológica. Otro pequeño gran detalle que, sin duda, enriquece cualquier experiencia sobre la bici y que enlaza con el lema #LiveMoreNow, emblema de esta marca española de complementos. 

* Contenido originalmente publicado en VOLATA#26

* Gracias a BUFF ® y Komoot por ayudarnos a hacer realidad esta aventura. 

Shop now